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    Cazador de corazones amor en la calle universal

    Este mes de basto empalago, de globos por las aceras y calles de la ciudad, a ustedes mis dos únicos lectores quiero compartir una selección visual de historias de besos robados, abrazos sofocados, besos apasionados, cómplices sonrisas y miradas compenetradas, pues las calles de nuestra ciudad y de muchas del mundo son escenarios de momentos de espontaneidad y algunos otros momentos premeditados que hacen del romance una película que será trasmitida en nuestro basto recuerdo de memorias personales, de los cuales debemos de sentirnos afortunados pues no en todas esas banquetas, plazas y callejones son permitidos estas gustosas muestras de cariño con tu amado.

    En muchos lugares del mundo las barreras culturales, religiosas y emocionales de cada ser humano son diezmadas, censuradas y algunas veces castigadas por mostrar sus más básicos e íntimos sentimientos, pero en la calle que es un plano público y abierto nos puede llevar a un plano íntimo. Batiendo las fronteras físicas, políticas y culturales.

     

     

     

     

     

    Cada foto es un momento fugaz de emociones que jamás serán expresadas de igual forma, por eso mis párpados continuamente son esponjas que absorben instantes que se esfuman en el anonimato de la cotidianidad. Quisiera a veces poder exprimir mis ojos para poder mantener esas imágenes que solo quedan en mi cerebro y no en mi memoria electrónica, siempre se desvanecerán y desaparecerán y son esas pocas que sobreviven las que hoy les muestro. Cada foto puede desencadenar una historia en mi mente, imágenes breves que están vivas pues, aunque no fueron capturadas en mi memoria, siguen volando como mariposas muchos de esos momentos donde no pude hacer clic.

    Para un fotógrafo que disfruta de ver pasar la vida, el presente es una angustiosa rebanada del tiempo que se saborea con un café en alguna calle de París, una cerveza en La Habana o un frío sake en Tokio. Pues el amor lo explica casi todo, lo justifica todo y también lo hace todo.

    En febrero el amor y en noviembre la muerte. Dos discursos que nos unen y nos separan de nuestros amados, no sé si es coincidencia que el segundo mes y el penúltimo sean en nuestra patria meses que celebramos las dos palabras más difíciles e inexplicables momentos de la vida en el ser humano, éstas palabras universales que no les importan barreras geopolíticas y que nos definen como seres emocionales fugaces en el Universo, pues todos las vivimos, las sentimos y no nos vamos a escapar de ellas, en cualquier lugar, en cualquier país, en cualquier religión. Lo que nos hace felices como humanos nos es muy diferente en todas las culturas que conozco, podemos ser miserables o ricos, japonés o turco, mexicano o gringo. Todos somos vulnerables, con emociones y pasiones que nos convierten en seres débiles, pero inmensamente parecidos.

    Las verdaderas fronteras amorosas existen dentro de nosotros mismos y en el espacio de las ideas que nos auto reprimimos, auto controlamos y auto flagelamos.

    La gran tragedia humana se reduce en la incapacidad de amar o ser amado o en la incapacidad de ser tocado por este sentimiento que nos une y da sentido a la vida y a la muerte.

    Para cupido no hace falta una flecha y un arco, su necesidad puede ser satisfecha con una cámara y un clic.

    Por: Pascual Rico

    Fotógrafo

    Tel. 667 712 2060

    www.pascualrico.com

    PascualPhoto

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    Escribeme: parapascual@mac.com

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