Tal vez has escuchado la pregunta del título de este texto, que se refiere a la elección binaria, aparentemente fácil y simple, de ser feliz —y tener paz— o de aferrarte a tener la razón en cualquier tema, incluso en los más triviales. Es la lucha constante entre el ego y lo que que sencillamente es, lo que acontece, te guste o no, y de ahí el conflicto: por el rechazo y la resistencia egoica frente a lo que sucede en la vida.

El ego acostumbra establecer una lucha constante entre lo que quiere que sea contra lo que es, a lo que el otro es, a lo que el mundo es. En pocas palabras, el ego se encarcela en el pasado y se apega a las creencias que lo conforman como sistema de pensamiento; ese forcejeo, ante lo imbatible, es la raíz del sufrimiento humano.

No puedes quedarte con las dos al mismo tiempo, con la paz y con la razón, tienes que elegir entre lo que es —y aceptarlo— o lo que tu ego quiere que sea, y que te exigirá un enorme costo de resistencia, fatigoso, sufrido; y lo peor es que será un esfuerzo inútil, la mayoría de las veces, pues no podrás cambiar la realidad que te contradice. Tendrás que elegir entre la paz y el sufrimiento, entre lo que te demanda el ego o lo que necesita tu ánimo, y lo que conviene es que cambies de forma de pensar, con el corazón sereno, guiado por la brújula de la paz, hacia un modo de ver y admitir la vida tal cual es, sin añejos enjuiciamientos, pues los juicios son hechos desde el paradigmático ego; y bien que sabemos que nadie estamos exentos de esas reflexiones críticas de lo que afuera nuestro sucede, pues hemos sido programados desde la cuna. De sobra es sabido que casi un 80% del ego se forma —con sus programas de pensamiento— desde la infancia temprana hasta los siete años de edad, como resultado de la educación familiar, escolar, social, del medio ambiente en general, amén de lo que cada quien traiga de cuna, en su ADN… “De tal palo, tal astilla”, dice el refrán.

Así, como que se oye fácil, pues si partimos de la idea de que todos queremos paz, que es sinónimo de felicidad, la elección sería simple: elegir la paz y olvidarnos de tener la razón a como dé lugar. No obstante, el ego nos nubla el pensamiento y el sentimiento, y nos inunda de apegos, de odios, de rencores, pues su función primaria es defender el programa que le da vida, que lo sostiene, sin importarle el sufrimiento auto cometido.   

Cuesta trabajo cambiar la creencia, el pensamiento conflictivo, aunque haya dolor, pues es más fuerte el programa del ego que la necesidad de tener paz. La “fortaleza” del ego está basada en que esos programas de pensamiento tuvieron éxito en el pasado, y de ahí que sea difícil cambiar de paradigma, de percepción.

Veamos un ejemplo extremo, como el de la muerte de un ser querido. Si ese ser querido fallece, dependerá de las circunstancias en que muera para que esa misma defunción sea percibida de distinta manera. No es lo mismo que una madre agonice de repente, en un paro cardíaco, que después de meses o años de pesadumbre por un cáncer devastador. En el primer caso, el sentimiento generalizado sería de rechazo, de sorpresa, de enojo; en el segundo caso, hasta de alivio porque cesó el sufrimiento. Es más, de religión a religión, de país a país, y de costumbres a costumbres, la muerte es percibida como tragedia, o como liberación e inicio de una nueva vida.

Regresando al tema, menos dramático, del día con día, repetidamente nos enfrentamos a esa persistente lucha de aprehensiones de “mi razón” contra “la razón del otro”, o la de mi clan contra el tuyo, de mi país frente al resto. El verdadero drama, de estas inflexibilidades y enjuiciamientos, es que son el motivo principal de la separación de razas, de naciones e inicio de las guerras. Quizás ese sea el mensaje tácito del pasaje evangélico, de Caín y Abel, que confirmaría que los altercados ególatras son ancestrales y causantes de todas las calamidades de la humanidad.

Si quieres tener paz, no te aferres a tener la razón, pues no puedes tener las dos al mismo tiempo, y esto refuerza el deber de cambiar de paradigmas cada que vez que te detectes sufrimiento, desalineación o incongruencia de mente, cuerpo y alma, que te estén gritando que algo no está bien, pues estás perdiendo paz. Te recuerdo que la paz debe ser la brújula fundamental, en tu tránsito por este planeta, si es que quieres ser feliz.

La elección es tuya… ¿Ser feliz o tener la razón?

Por: Manuel Sañudo Gastélum

Coach y Consultor

manuel@entusiastika.com

DR © Rubén Manuel Sañudo Gastélum

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