Para conocer a los amigos se tiene que pasar por el éxito y la desgracia. En el éxito verificamos la cantidad, en la desgracia la calidad, en base a las diversas experiencias con el tiempo vamos seleccionando a los más adecuados para convivir. Hay estudios de Dan Buettner, explorador de National Geographic quien se dedicó a recorrer el mundo para estudiar y elaborar una especie de clasificación u ordenación (taxonomía), sobre los pueblos de mayor longevidad del planeta y una de sus premisas fue “dime quienes son tus amigos y te diré cuantos años vas a vivir”.

Vivió en comunidades en Grecia, Japón, Costa Rica, Italia y California, en los cuales encontró varios elementos comunes pero enfocándose en la cuestión de amistad el llama “escoger la tribu correcta” pues definirá nuestra longevidad de acuerdo a la calidad y fortaleza de nuestras relaciones y de cómo disfrutaremos esa edad de oro. Cuenta Buettner que los habitantes de Okinawa en Japón, crearon grupos llamados “moais” compuestos solo por cinco personas que se comprometen mutuamente para toda la vida, que se reúnen cada tarde a la misma hora para platicar y reír, se acompañan y se apoyan hasta la muerte, convirtiéndose en amigos incondicionales con la seguridad de que cuentan con alguien a quien acudir incluso en una emergencia.

Sabemos que el cerebro recibe señales sin filtrar información, entran interrumpidamente imágenes y sonidos que solo se almacenan e influyen después en nuestro comportamiento; el tener las amistades adecuadas y no tóxicas marcarán actividades a realizar con quienes hemos escogido para compartir en cualquier época de la vida, por ejemplo, la felicidad, el fumar, el ocio, la alegría, pueden ser contagiosas, ¿porqué no escoger a quienes nos generen tranquilidad y risas? Para cuidar nuestra salud, además de buenos hábitos, es importante escoger de quienes nos rodeamos pues seremos mejores personas o seres amargados y frustrados dependiendo quienes sean nuestros compañeros de actividades.

Si mucho en la vida es contagioso, revisemos de que nos queremos contagiar en las relaciones interpersonales. Es curioso pero un amigo influye sobre manera en nuestro crecimiento espiritual, en nuestro desarrollo humano, en nuestra forma de vivir, a través de las conversaciones de penas, alegrías, sueños, ideales o quejas. No querríamos por un lado alguien a quien todo le parece mal y todo critica, ¿verdad? Conductas negativas a nadie le hacen bien, muchos de los males en la salud mental como suicidios, depresiones, sensación de soledad y desamparo pueden mantenerse a distancia con sanas y antiguas amistades, esas del colegio, de la infancia, de la misma calle o vecindario, de quienes nos conocen realmente pues convivir cotidianamente durante años difícilmente engañaremos con posturas o mentiras, si de joven se es ¡transparente, espontáneo y verdadero!

Necesitamos cuidar esas relaciones fuertemente pues serán nuestro soporte con el tiempo, la amistad no es una experiencia, una suerte, o una casualidad, ¡es una bendición! Con toda la extensión de la palabra, una bendición que se va sembrando, construyendo, edificando con muestras de atención y de cariño, apreciar algo tan valioso como una amistad de calidad, que nos acompaña en las buenas y en las malas, que es franca, directa, basada en la sinceridad, en un mundo donde cada día hay más personas viviendo solas, quienes enferman y no tienen una mano que les atienda, les acerque un plato de sopa, imaginen lo valioso de saber que alguien al otro lado de la línea realmente se va a acercar para saber de qué manera puede ayudarnos. Esto realmente no tiene precio.

Tengo la fortuna de tener verdaderas e incondicionales amistades, que en momentos muy particulares siempre estuvieron cerca y sin juzgar, ¿no es un tesoro? Estoy consciente que es un dar y recibir mutuo sin juicios principalmente, en el que cada quien se redescubre pues un amigo es también un espejo, y podría ser un maestro que nos muestre algo nuevo de la vida, o un alumno con quien se refuerzan conocimientos, un compañero de vida con quien compartir hasta la más mínima simpleza, confidente de lo que nos apena o hasta cómplice para reír destornilladamente de cualquier cosa simplemente por disfrutar el momento.

La amistad es un tesoro, una bendición y algo para conservar toda la vida.

Namaste.

Por: Paty Maytorena

Yoga Master

patymaytorena@hotmail.com

Cel. 667 751 2884

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