“Pregúntate si lo que estás haciendo hoy, te acerca al lugar en el que quieres estar mañana.”

—Walt Disney

Empieza un Nuevo Año y es una buena oportunidad para revisar tus propósitos. Y algunos tal vez se pregunten: “¿Para qué hago otra lista más que no voy a cumplir?”

Existen diferentes situaciones por las que no culminamos las metas que nos proponemos o las necesidades que tenemos; frecuentemente son bloqueos conscientes o inconscientes que surgen dentro de nosotros mismos y puede ser que éstos ya formen parte de nuestra personalidad… ¡cuidado!

Te hablaré de tres de ellos que son muy comunes y que también llamamos autointerruptores. Antes quiero invitarte a que traigas al presente aquellas metas que aún no hayas concluido o que has dejado a un lado, y las analices tomando en cuenta la siguiente información para que, si te identificas con alguna de ellas, hagas lo que está de tu parte para continuar y finalmente puedas lograrlas. Además, esto mismo te ayudará en propósitos venideros.

Tres bloqueos o autointerruptores que no me permiten cumplir mis objetivos

La postergación es uno de ellos; es cuando la persona deja sus asuntos o necesidades para llevarlos a cabo después. Si te identificas con este bloqueo, de manera inconsciente esto puede estar relacionado con tu miedo a tener éxito, siendo este temor una de las principales razones de los fracasos y limitaciones en el ser humano. Y ese miedo puede estar vinculado con creencias como que la persona vale según los éxitos que tiene; pensar que no se puede con más responsabilidades por no tener la capacidad; el considerar que no se lo merece; a veces puede ser que la persona inconscientemente crea que, si logra su objetivo, ya no tendrá más motivaciones; el postergar también puede estar asociado con el perfeccionismo y el temor a equivocarse. Muchas de estas circunstancias se relacionan con tu autoestima. Una frase que suele usarse en este bloqueo es “luego lo hago”; el mensaje consciente o inconsciente es “no merezco”.

La proyección es otro autointerruptor y es cuando la persona atribuye a otros lo que le pertenece, sea algo positivo o negativo. Pueden ser responsabilidades que se asume que le corresponden al otro y no hacer propios los compromisos que se requieren para el logro de sus metas. Una frase o pensamiento que suele llegar al usar este bloqueo es “por culpa de…”, por culpa de otra persona, por culpa de una situación; y la emoción que acompaña a todo esto es el temor; el temor al castigo, donde el mensaje consciente o inconsciente puede ser “me dañarán”.

Otra interrupción para completar el ciclo son los introyectos. Héctor Salama nos dice que el introyecto “…implica incorporar actitudes, ideas y creencias que no fueron asimiladas por el organismo y son distónicas al Yo”, lo cual significa que la persona absorbe e integra en sí misma ciertas opiniones, convicciones y/o posturas de otros que emocionalmente son personas significativas por lo cual no las objetan; estas personas significativas pueden ser los padres, los profesores, los abuelos, etc. Algunos ejemplos de introyectos pueden ser: “debes ser siempre fuerte y no mostrar tu debilidad”, “debes seguir este camino y no puedes seguir otro diferente porque las cosas nunca se han hecho así” (a pesar de no ser lo anterior moralmente malo), “los hombres deben hacer este tipo de trabajos”, “esta profesión es inadecuada o no es propia para ti”, “jamás lograrás eso porque es solo para personas inteligentes” (descartando aquí las otras inteligencias de las que puede estar favorecida la persona o que ella misma puede desarrollar), etc. Una forma de darte cuenta si estás movido por los introyectos es el “miedo al qué dirán”, a pesar de que, lo que estás haciendo es algo moralmente bueno, aunque tal vez diferente. El mensaje consciente o inconsciente es “te rechazarán”; la frase es “debería…”.

¿Qué hacer?

Si te identificas con alguno(s) de los autointerruptores que comenté en el apartado anterior, te comparto algunas técnicas que pueden ayudarte a salir del bloqueo.

Para prevenir la postergación: trabaja en tu autoimagen, ¿qué tanto te gustas? Escribe en papel todas las características físicas, mentales, familiares, intelectuales, morales, sociales, espirituales, económicas que te gustan de ti. ¿Encontraste muchas? si no es así, te recomiendo trabajar más en tu autoestima. Algo más que puedes hacer es contestar por escrito las siguientes preguntas: ¿qué gano?, ¿qué pierdo?, ¿qué obtengo?, ¿qué evito? Puedes descubrir parte interesante de tu personalidad y “no logro de objetivos” en tus respuestas.

Para evitar las proyecciones: junto con cada meta, haz una lista de las responsabilidades que te corresponden en la realización de la misma; te sugiero también que si dentro de la realización de tu objetivo, algo no depende de ti, estés preparado con un plan B por si el A no resulta como lo esperas; y ese plan B tenlo por escrito desde el principio también.

Para trabajar introyectos: al establecer algún propósito, considera primero que sea algo bueno para ti y/o para los otros; después, haz una lista de “deberías o no deberías” respecto a tu objetivo (por ejemplo “yo debería cambiar de idea porque…”, “yo no debería hacer algo tan complicado porque…”); enseguida, analiza de esos deberías, cuáles son negativos y no te permiten avanzar y márcalos; luego, trata de detectar si esa idea, actitud o creencia (que marcaste) te pertenece realmente o es aprendida, y si es aprendida trata de recordar a quién le pertenece y regrésasela mentalmente con mucho amor… si sí te pertenece, no sería un introyecto y tal vez necesitas trabajar en tu autoestima; finalmente, cambia esa idea que no te pertenece por una más real, positiva y que sea tuya. Haz este trabajo por escrito, ya que hacerlo en papel evita que los pensamientos negativos sólo se persigan unos a otros de forma circular e indefinida. Es importante aclarar aquí que una creencia de otro, puede ser asimilada por ti porque realmente tú también lo piensas así y es bueno para ti; en este caso, deja de ser introyecto.

Los introyectos en alguna etapa de nuestra vida pudieron ser benéficos para nosotros, por eso es importante darnos cuenta si siguen siendo útiles o no en este momento, y si no, desaprenderlos. Y aunque estos fueron tomados de otras personas sin cuestionarlos, a la edad adulta no se vale responsabilizar a nuestros padres, abuelos, profesores, de tener estas creencias que ya no aplican; lo que nos toca es hacernos cargo de nuestra propia vida y de tener nuestras propias convicciones. Recordemos que nuestros padres y los adultos que estuvieron a cargo de nosotros en nuestra infancia, generalmente hacen lo mejor que pueden de acuerdo a sus capacidades, habilidades, ideas y circunstancias para que avancemos en esta vida.

Trabaja en ti, hazte responsable de tu vida, de tu crecimiento y de tus decisiones, así como de las consecuencias de las mismas; anímate a avanzar, a cumplir tus metas y te deseo un…

¡Feliz y exitoso 2019!

Por: Diana Leticia Bon Buelna.

Psicóloga.

dianaleticiabb@gmail.com

Cel. (667) 137-5788

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